Las villas de Toulouse, Carcassonne y Foix se encuentran a una hora de distancia entre sí, formando un triángulo al sur de Francia. Suele ser habitual compaginar la triple visita, y eso es lo que yo hice en el mes de febrero, aunque hasta ahora sólo os había hablado de la “ciudad rosa” y no había tenido tiempo de escribir sobre Carcassonne, Patrimonio de la Humanidad.
A muchos os sonará porque da nombre a un juego de mesa en el que se unen fichas para construir estratégicamente praderas, caminos y murallas. Estas murallas son precisamente la seña de identidad de una ciudad testigo de múltiples batallas. A lo largo de la historia, Carcassonne ha sido española, independiente y francesa. Unos y otros se la disputaban debido a su enclave estratégico entre los dos países, además de ser una zona de montaña cercana al mar Mediterráneo.
Cada vez que un pueblo tomaba Carcassonne, construía un nuevo tramo de muralla. Los atacantes lo tenían difícil, pues la fortaleza es doble. Muchos desertaban desmoralizados al ver que tras conseguir pasar la primera barrera, les quedaba una segunda por alcanzar. Desmoralizadas se retiraron también las tropas de Carlomagno en el siglo IX. Cuenta la leyenda que el emperador rodeó la ciudad atrapando en su interior a los habitantes, con la idea de que éstos se rindiesen ante la falta de agua y alimento. La Dama de Carcás, viuda del rey Ballak, defendió a los suyos sin llegar a la violencia, usando simplemente su inteligencia. Algunos pensaron que estaba loca cuando ordenó que el último saco de cereales que quedaba en la ciudad fuese a parar al estómago de un cochinillo. La cosa no quedó ahí, sino que pidió que arrojasen el cerdo por la muralla. Las tropas de Carlomagno vieron al animal muerto con la barriga llena y creyeron que los enemigos nunca se rendirían porque tenían alimento de sobra, incluso para desperdiciarlo de esa manera. La villa se salvó y comenzaron a repicar las campanas. De ahí el nombre de “Carcás suena”, Carcassonne. En el castillo podemos ver una escultura que rinde homenaje a la Dama de Carcas. La figura original se encuentra en el interior, desgastada por el paso de los años, mientras que en la entrada han tallado una réplica.
En la Edad Media Carcassonne fue refugio de los cátaros. Esta religión creía en la reencarnación, y por ese motivo no comían carne. Además cuestionaban la virginidad de María y defendían la austeridad frente a la ostentación del catolicismo. Por ese motivo fueron considerados herejes y perseguidos en las cruzadas, hasta ser expulsados de Francia.
Tras diversas batallas, Carcassonne perdió el interés de las tropas en el siglo XVII. A partir de entonces la ciudad creció en la zona extramuros. La población robó piedras de la muralla para construir sus viviendas y el casco histórico se deterioró. Afortunadamente, en el siglo XIX se llevó a cabo una labor de rehabilitación gracias a la cual Carcassonne es hoy en día Ciudad Patrimonio de la Humanidad.