La Confederación Hidrográfica del Tajo insta a los vecinos de Granadilla a desalojar sus viviendas en los próximos meses, por orden del Ministerio de Obras Públicas y según la Ley de Expropiación Forzosa, para la construcción en estas tierras del embalse de Gabriel y Galán.
A principios de los años 50 los vecinos de Granadilla (Cáceres) recibieron una carta que yo imagino así. El gobierno franquista había decidido expropiar la villa con el objetivo de inundar la zona y convertirla en un pantano.
Como podréis imaginar, para los lugareños fue un drama abandonar las calles donde se habían criado, los cultivos de los que vivían o las casas que con tanto esfuerzo habían sacado adelante. Según he leído, al ingeniero jefe del proyecto le llamaban el sillero, pues iba de puerta en puerta diciéndoles: “marchaos, ¡y que no quede ni una silla!”.
El dinero recibido por las expropiaciones resultó irrisorio. Pero lo más chocante de esta historia es que tras desalojar el pueblo este nunca llegó a inundarse, porque estaba demasiado elevado y las aguas del embalse no lo alcanzaron.
Granadilla, llamada en un principio Granada, fue fundada por los árabes en el siglo IX debido a su enclave estratégico en la cima de una ladera que era paso obligado en la Vía de la Plata. Tras ser conquistada por los cristianos, su nombre fue modificado para evitar confusiones con la ciudad andaluza.
En los años 60 se convirtió en una villa fantasma, inhabitada, a la que durante un tiempo sólo se podía acceder en barca.
Afortunadamente, en los 80 fue declarada Conjunto Histórico – Artístico y se incluyó en el programa de Rehabilitación de Pueblos Abandonados.
Granadilla sigue deshabitada, pero actualmente está abierta al turismo. Y allí estuve la semana pasada, en la atalaya de su castillo, disfrutando de los colores del Valle del Ambroz, comarca que me trae buenos recuerdos de los campamentos de verano.
De regreso a casa paré en el pueblo de al lado, Zarza de Granadilla, para probar los productos locales. El queso carbonero se realiza con leche de cabra madurada sobre carbón vegetal, de ahí el color grisáceo de su capa externa. Por su parte, el queso jardín, también de cabra, lleva diferentes especias para darle sabor. Y para beber, cerveza artesanal de la marca Cerex, hecha con bellota, ¡porque en Extremadura somos de pata negra!