El 23 de mayo de 1524 desembarcaron en Veracruz, México, doce frailes franciscanos provenientes de Belvís de Monroy, Cáceres. Su misión era evangelizar el Nuevo Mundo sin el uso de la violencia. Pronto causaron simpatía entre los nativos americanos, porque al igual que ellos, estos hombres caminaban descalzos.
Extremadura es tierra de conquistadores: Francisco Pizarro o Pedro de Valdivia fueron algunos de los hidalgos que partieron desde estos lares rumbo a las Américas. Sus hazañas están llenas de luces y sombras, pero son conocidas por todos. Sin embargo, pocos conocen la historia de “los doce apóstoles" que acompañaron a Hernán Cortés por tierras mexicanas.
En el año 1509 se construyó un convento en Belvís de Monroy por iniciativa de Fray Juan de Guadalupe y Fray Pedro de Melgar, quienes se habían refugiado en la ermita del pueblo tras ser expulsados de la orden de Trujillo, acusados de “iluminados”. Los “iluminados” constituían una rama del catolicismo con ideas renovadoras, pues criticaban la corrupción de la Iglesia y abogaban por la pobreza del clero.
La obra del convento fue financiada por los señores de la villa, Don Francisco de Monroy y Doña Francisca Henríquez, convirtiéndose así en protectores de los frailes cuando aún se hallaban en la clandestinidad. Aquí se formó un grupo de religiosos, hombres cultos con voto de extrema pobreza, conocidos como los "descalzos".
Juan de Guadalupe murió en 1515, mientras que Pedro de Melgar se marchó de Belvís en 1520. Se desconoce cuál fue su travesía, pero varios documentos atestiguan que durante su viaje entabló amistad con Hernán Cortés, quien era familia de los señores de Belvís de Monroy. Se cree que por este motivo el conquistador insistió al emperador Carlos V para que le enviara a los franciscanos "descalzos", por ser los únicos capaces de convertir a los indios en la fe cristiana.
A finales de 1523 varios frailes partieron desde Extremadura hasta Sevilla. Allí tomaron un barco que les llevó por el Guadalquivir hasta Sanlúcar de Barrameda. El 25 de enero de 1524 iniciaron su travesía transoceánica, para poner pie en Nueva España el 13 de mayo.
Hernán Cortés les recibió entre agasajos, pero los doce recién llegados, conocidos más tarde como “los doce apóstoles de México”, prefirieron continuar con sus ropajes gastados y sus pies descalzos. Acostumbrados a la arrogancia de los españoles, los indios no salían de su asombro y no paraban de repetir la palabra motolinia. Cuando los frailes preguntaron por su significado, supieron que estaban hablando de "pobreza". De hecho, uno de ellos, Fray Toribio, decidió que a partir de ese momento su apellido sería Motolinia.
Si te ha parecido interesante esta historia, te recomiendo asistir al espectáculo titulado El misterio de los Illuminati, una representación teatral narrada en clave de misterio y terror en el interior del propio convento de Belvís de Monroy.