Toulouse está condenada a sufrir odiosas comparaciones con París y con otras ciudades francesas. Creo que ese era el motivo por el cual entre mis compañeros de viaje escuché varias veces la frase “me esperaba que fuese más bonito”. No es una ciudad fea, ni mucho menos, aunque es cierto que no se puede equiparar con París, Estrasburgo, Versalles, etc. Francia tiene lugares tan hermosos que estamos mal acostumbrados y le exigimos mucho.
Pero no menospreciemos Toulouse, donde podemos visitar muchas cosas interesantes. Es conocida como la “ciudad rosa” porque los edificios principales están construidos con ladrillo visto. La piedra era escasa en la zona, además de ser más cara y difícil de transportar, así que incluso la enorme Catedral de Saint Étienne se levantó usando principalmente ladrillos (les briques, en francés).
¿Qué vi en Toulouse?
La Basílica de Saint Sernin, que es una etapa del Camino de Santiago y se encuentra al final de la Calle Toro. La calle recibe este nombre porque se dice que San Sernin fue martirizado siendo arrastrado por un toro a lo largo de esta vía. Los domingos, alrededor de la basílica se monta un gran mercadillo en el que me compré el libro de Oliver Twist en francés (de segunda mano y por dos euros) para estudiar un poquito el idioma.
La Plaza del Capitolio, centro neurálgico de Toulouse. Bajo los arcos de la plaza encontraréis muchos restaurantes para probar los platos típicos de la zona. El Ayuntamiento o Capitolio también está construido con ladrillos y se puede visitar gratis su interior. Hay cuadros puntillistas muy bonitos en las salas en las que se celebran las bodas civiles.
El Convento de los Jacobinos, que sinceramente no tiene nada de especial salvo un espejo en el suelo de la capilla en el que se refleja todo el techo, dando la sensación de que te estás asomando a un pozo cuando en realidad no hay profundidad, es un espejo plano.
El Jardín Japonés, que es una pequeña zona dentro de un gran parque. Me decepcionó; pensaba que iba a ser más espectacular.
El Día de la Violeta, la flor típica de la zona. Mi estancia en la ciudad (del 1 al 3 de febrero) coincidió con una feria en la que se vendía chocolate de violeta, mermelada, caramelos, velas… ¡Incluso eligieron a “Miss Violeta”! La Plaza del Capitolio estaba preciosa con la decoración que pusieron para la ocasión. El resto del año se venden productos de violeta en las tiendas de souvenirs y en las pastelerías.
Tiendas de rugby. Los vecinos de Toulouse son forofos del rugby porque su equipo, el Stade Toulousain, tiene mucho prestigio. Podéis comprar su camiseta roja y negra en las tiendas oficiales.
Airbus, la atracción estrella de la ciudad. La fábrica de aviones organiza visitas guiadas para grupos. Es imprescindible reservar con antelación.
Los ríos y puentes, que en mi opinión son elementos que aportan majestuosidad a las ciudades. Toulouse está atravesada por el Garona y por el Canal del Mediodía.
Una curiosidad sobre Toulouse es que los nombres de las calles están escritos tanto en francés como en occitano, un dialecto del sur de Francia que es muy parecido al catalán.
Recomendación: no reservéis vuestro hotel en el barrio de la estación de tren, no es buena zona.
Cerca de la ciudad rosa encontramos la villa de Carcassonne, de la que os hablaré más adelante porque es espectacular. Au revoir mes amis!