El rey Idris I, descendiente de Mahoma, fundó esta ciudad a finales del siglo VIII. Unos años más tarde, su hijo Idris II la convirtió en la capital de la dinastía. Se trata de la más antigua de las ciudades imperiales de Marruecos, alberga una universidad histórica y su medina medieval está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. A través de estas líneas os invito a recorrer Fez con los cinco sentidos, ¿me acompañáis?
OÍDO
Sabah (o Alba, si traducimos su nombre) fue la guía de mi grupo en la medina de Fez. Es una mujer que demuestra que “tiene tablas”, se mueve ágilmente por las callejuelas y muchas personas la saludan amigablemente al pasar. Debido a su experiencia, sabe que lo primero que debe advertir al forastero es que tenga cuidado cuando escuche la palabra balak. Así alertan los dueños de los burros de que van a pasar a toda prisa con sus animales cargados de bombonas o de cualquier mercancía que se venda en el mercado. A mis compañeros de viaje y a mí nos hizo gracia el concepto y a partir de ahí comenzamos a gritar balak, balak, cada vez que oíamos las ruedas de los carros avanzando por las angostas vías.
La medina es puro bullicio: vendedores ofertando sus productos, músicos que persiguen a los turistas para conseguir unas monedas, caldereros golpeando el metal para darle forma a un recipiente… Según Sabah, en Fez se puede apreciar “el sonido del trabajo”.
Aunque sin lugar a dudas, la melodía más impactante es la de la llamada a la oración, que suena varias veces al día a través de los altavoces distribuidos por las fachadas.
OLFATO
En el zoco se vende fruta, especias, carne y pescado al aire libre. También algunos animales vivos, como tortugas, lagartos, gallinas y conejos. Como resultado, en el aire confluyen multitud de olores diferentes. Sabah nos informó de que según nos fuésemos acercando a las tenerías en las que se curte el cuero, el hedor iría en aumento porque en el proceso de preparación de las pieles se utiliza excremento de paloma. De hecho, cuando subimos las escaleras de un edificio cercano para ver las tenerías desde una terraza nos dieron una ramita de hierbabuena para acercárnosla a la nariz y calmar las posibles arcadas. Es preferible ir en invierno; el calor veraniego incrementa el olor.
VISTA
Fez es un regalo para la vista porque ofrece un sinfín de colores. La estampa más famosa de este rincón de Marruecos es la de las grandes cubas que contienen tintes para los tejidos. Resulta impresionante observar a los trabajadores de las ya mencionadas tenerías, quienes estoicamente se meten descalzos en esos líquidos que, según nos contó la guía Sabah, a menudo les producen problemas en la piel y en las vías respiratorias.
Las telas teñidas se venden posteriormente en el zoco, aportando a las calles una amplia variedad cromática que invita a ser fotografiada.
TACTO
Los pañuelos que cubren el pelo de algunas mujeres marroquís se fabrican artesanalmente con fibras obtenidas de la planta del cactus. Yo tuve la oportunidad de ver el proceso en directo, al entrar con mi grupo a una tienda en la que un hombre trenzaba hilos ayudado por una máquina de madera. “Tocad estas telas”, nos dijo Sabah para que comprobásemos su calidad. Me sorprendió la suavidad de ese tejido, así como lo bien curtido que estaba el cuero que vendían en el mismo local.
GUSTO
Después de caminar entre callejuelas durante horas, viendo en cada esquina frutas y pastelillos apetitosos que parecían decir “cómeme”, Sabah nos condujo hasta un restaurante tradicional o riad, en el que había un patio central con una fuente. En un agradable ambiente de relajación nos sirvieron un plato de verduras exquisito. En Marruecos se come mucha zanahoria, berenjena y aceitunas. También forman parte de la gastronomía el arroz, el pollo y el pavo. Por supuesto, no se come nada de cerdo. Y el postre típico es melón, sandía y dulces. Toda una alegría para los paladares más exigentes.
Si vas a Fez, escucha, olfatea, mira, toca y… ¡buen provecho!