Hace unos meses, buscando en el baúl de los recuerdos, encontré una carpeta llena de cartas de las que se mandaban antes de que existiera internet. Sentada en el suelo y rodeada de sobres en los que con letra infantil aparecía la frase “corre, corre cartero, que es para una amiga que yo mucho quiero”, leí línea tras línea lo que un día, hace ya más de una década, me contaron mis primas, la gente que conocí en los campamentos de verano, o las amigas que estaban de vacaciones. Cada una de esas hojas escritas a mano me gustó por un motivo diferente: la ingenuidad de aquella edad, el regreso a la memoria de cosas que ya había olvidado, o en el caso de la carta que me escribió mi amiga Guadalupe cuando teníamos 12 años, lo bien redactada que estaba. ¡No había ni una coma mal puesta! Se nota que desde siempre le ha apasionado la lectura. ¡Tenemos mucho en común! ¿Por qué os cuento todo esto? Porque muchos años después seguimos siendo buenas amigas y por primera vez en este blog, voy a publicar un artículo que no he escrito yo, sino ella. Seguro que os fascinan sus historias de Tailandia, Camboya y Laos, países a los que ha viajado con otra amiga cuyas cartas también conservo con especial cariño.