Mi país extranjero número 20 debía ser un destino especial, ¡y el elegido ha sido Japón! La aventura también ha sido especial por otro motivo, y es que acostumbro a viajar en pareja, pero en esta ocasión nos han acompañado mi hermano y mi cuñada.
Tengo muchísimas cosas que contaros sobre la isla nipona, aunque he decidido comenzar por el Templo Todaiji porque me pareció espectacular.
Este templo se encuentra en la ciudad de Nara, a una hora en tren desde Kioto. Cuando llegamos a Nara entramos en la oficina de turismo de la estación y allí nos recomendaron subir a un autobús urbano que nos acercó en pocos minutos hasta el parque en el que está el templo.
Desde el autobús vimos varios ciervos caminando tranquilamente por la acera, y es que en Nara estos animales campan a sus anchas por la calle. Son de una raza de menor tamaño que los que suelo ver en Extremadura, están muy acostumbrados a los humanos y se dejan acariciar. De hecho, se acercan a los turistas para olisquear sus mochilas en busca de comida. ¡Uno de los ciervos le quitó a mi hermano un mapa de las manos y se tragó el papel!
Ese día llovía muchísimo. En Japón las estaciones del año van a la par que en España, pero la diferencia es que allí el verano además de caluroso es húmedo. A pesar del chaparrón había cientos de escolares uniformados visitando el lugar. Unos con gorras amarillas, otros con gorras blancas, todos con camisa blanca y falda o pantalón azul. En cada uno de los monumentos japoneses que visité coincidí con excursiones de niños. Se ve que tienen especial interés en enseñar la cultura y la historia del país.
Al llegar al Parque Nara cruzamos la puerta Nandaimon, custodiada por dos grandes esculturas con cara de pocos amigos, imagino que para intimidar. A continuación están las taquillas para comprar las entradas. No se puede pagar con tarjeta, recuerda llevar dinero en efectivo. El precio del Templo Todaiji es de 500 yenes (aproximadamente 3,80€, baratísimo).
Ahí me tenéis, bajo la lluvia, junto a los ciervos y los colegiales nipones. Esa es la puerta Nandaimon, dentro de la cual hay dos grandes esculturas guardianas.
Tras pasar por taquilla, por fin apareció ante nosotros el gigantesco edificio de madera que acoge la escultura de Buda más grande de Japón. El origen del Templo Todaiji es del siglo VIII, si bien ha pasado por varias reconstrucciones y en la actualidad es más pequeño que antaño, aunque sigue siendo enorme, majestuoso.
Antes de entrar al templo es importante purificarse. Con estos cuenquitos debes echarte agua en las manos y en la boca (no hay que beber, sino limpiarse).
En la puerta de cada templo japonés hay algún instrumento de purificación, ya sean estos cuencos o unas pequeñas hogueras en las que queman unos papelitos.
Así ya estarás listo para subir las escaleras y visitar al gran Buda, figura de bronce que mide 15 metros. Tiene una mano alzada, con el dedo corazón hacia delante.
A su alrededor hay otras esculturas. También una maqueta del templo. Aunque la atracción más popular del lugar es la de intentar pasar por el agujero que hay en uno de los pilares. Quienes lo consiguen tienen la longevidad garantizada. El hueco es estrecho, solo apto para niños o para adultos enjutos.
Cuando salí del templo seguía lloviendo, pero me paré y pasé un rato intentando memorizar cada detalle del lugar. No quiero olvidarlo nunca. Espectacular.